Los chibchas eran unos indígenas americanos habitantes de la meseta de Cundinamarca antes de la llegada de los españoles, en el país que ahora se llama Colombia. Creían en la existencia de un dios benéfico al que llamaban Bochica que se dedicaba a hacer el bien, a ilustrar a los habitantes de aquella comarca y a enseñarles los dones de la civilización y de las artes.
Pero tenía un enemigo que se proponía deshacer todos los actos benéficos que prodigaba, y que se llamaba Chibchacum, una especie de demonio o genio malo.
-Me estás cansando, Chibchacum – le dijo un día Bochica-. Habré de escarmentarte para que dejes de proyectar tu maldad sobre los hombres a los que enseño a vivir bien.
-Tendrás que demostrar que tienes ese poder – le contestó Chibchacum.
Entonces Bochica le retó, para que se convenciera de que debía obedecerle. Bochica era fuerte y valiente, y a pesar de que le costó mucho, consiguió vencer al dios malvado.
- Ahora tendrás el castigo de tus delitos – le anunció.
Y le condenó a llevar para siempre sobre uno de sus hombros la pesada carga de toda la tierra. Pero Chibchacum se cansaba del terrible peso. Y de vez en cuando se cambiaba la carga de hombro. Entonces la tierra experimentaba un temblor.
Es conocido que en América del Sur y en su parte occidental son frecuentes los terremotos. Y así se explicaban los primitivos chibcas aquellos temblores de tierra que, aunque resultaban terroríficos y causaban muchas víctimas, siempre eran menores que las malas artes que practicaba aquel demonio de Chibchacum.
jueves, 28 de abril de 2005
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