La tarde pasa lenta y pesadamente.
Poco trabajo físico,pero sí mental y de concentración.
41 ºC, hambre, sed y nervios...
Se me vienen a la cabeza en estos momentos las largas y aburridas tardes de verano de mi infancia.
Sola, agobiada, metida en casa leyendo o construyendo torres de colores con un "Lego".
No tenía nada que hacer, nada que estudiar (aunque siempre me obligaban a hacer todos los cuadernillos de "Vacaciones Santillana" para repasar y tenerme entretenida por las mañanas).
Sin pueblo en el que pasar las vacaciones, sin mis amigas del colegio, sin poco más que unas cuantas niñas vecinas de mis abuelos (con los que viví 8 años).
Esas soporíferas tarde en las que era imposible convencer a mi madre para que me llevara a la piscina; como también lo era que me dejara ir con otra gente.
La calle donde aún viven mis abuelos tiene una tapia y sólo pasan los coches para aparcar, así que algunas veces me dejaban bajar a jugar, siempre bajo la atenta mirada desde el balcón de la abuela.
Mi madre dedicaba sus tardes de descanso de entonces a planchar y a echarme la bronca por caerme o haber hecho alguna trastada (de las pocas que hacía...)
Sólo el abuelo, con sus largos paseos juntos, me alejaba del mundo rancio y solitario.
Y así es mi tarde de hoy... como aquellas de años atrás, época para olvidar, infancia indeseada!!!
lunes, 20 de junio de 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
muy distintas fueron nuestras infancias...pero si tienes que sacar algo positivo de la tuya es que en tu universo personal tu imaginación fluía incesante...la mía la tuve que construir más tarde...
M.
Publicar un comentario